jueves, 10 de abril de 2014

IV. Celso Vega: Crisis del poder


Por Roberto Elenes


Celso Vega
Celso Vega, un hombre joven, cuyo mayor mérito en la carrera de las armas era haber sido un egresado del H. Colegio Militar de Chapultepec, proveniente de Sonora, proveniente de los dominios de Luis Emeterio Torres, para quien el Distrito Norte de la Baja California no había significado otra cosa más que una extensión de su poder, repentinamente se ve convertido en el nuevo jefe político y militar del Distrito Norte en sustitución del difunto Abraham Arróniz. 


Disputados los egresados de esa institución castrense por las muchachas casaderas de Sonora, la oficialidad radicada en aquella entidad había impuesto la moda de solo casarse con jóvenes señoritas originarias de Guaymas, del feudo de Alberto Cubillas. Celso no fue la excepción de la regla al casarse con la guaymense Josefa Maytorena.

Con Celso Vega, llega al Distrito Norte el neoleonés Carlos Robles Linares, de profesión abogado, enviado a Ensenada por el Poder Judicial en sustitución del licenciado Genaro Lamadrid, como Agente del Ministerio Público del Juzgado de Primera Instancia. Por esos días, el Juzgado del Distrito Norte lo dirigía el juez Manuel T. Corzo.

Para 1903 en que Celso Vega llega a Ensenada, se encuentra con un poblado pequeño, de 1 726 habitantes, pero muy politizado, cuya clase gobernante se encontraba dividida por la lucha del control político del municipio, de la aduana, de correos, de la oficina Principal del Timbre, del Juzgado de Distrito y con fuertes aspiraciones para ocupar el cargo de jefe político.

Se trataba de dos facciones: los contrarios a los gobernantes venidos de fuera, antagónicos al centralismo y a favor de un jefe político oriundo de la región, posesionados de una parte del comercio y de los puestos importantes dentro de la burocracia local; del otro lado, estaba el grupo de comerciantes identificados con el acaudalado alemán Jorge Ibs y a los intereses surgidos alrededor de una menguante “Compañía Inglesa”, identificados con el status quo porfirista cuyo primer servidor era  el jefe político y militar.
           
Los aliados naturales de Celso Vega eran el comerciante Manuel Labastida, presidente municipal de Ensenada de 1907 a 1911; Carlos R. Ptanick, jefe político provisional en 1912; Antonio  Ptanick, munícipe de Ensenada (1915) en tiempos del coronel Esteban Cantú, quien vendría a ejercer en el Distrito Norte una especie de caudillaje o prolongación de los cacicazgos político-militares de la dictadura porfirista pero ya sin don Porfirio; Alejandro Savín con su tienda de curiosidades abriendo brecha en Tijuana al grupo ensenadense; Alberto V. Aldrete, industrial harinero, presidente del consejo municipal de Mexicali en 1927, y, en la década de los cuarenta, flamante gobernador del para entonces Territorio Norte; Carlos E. Bernstein, otro molinero que, con la ayuda de Cantú, al paso del tiempo fue en uno de los gerentes del Hipódromo de Tijuana; Miguel González, oriundo de Altar, Sonora, que en los años veinte llegó a ser uno de los comerciantes e industriales de mayor relevancia en el Distrito Norte. El abarrotero González llegó a representar los intereses financieros de Jorge Ibs, el hombre más acaudalado de Ensenada y, obvio, del Distrito Norte.

La contraparte estaba compuesta por gente sin duda relacionada al comercio y con fuertes nexos dentro de la burocracia local y de la logia masónica: eran David Zárate Zazueta, Juez del Juzgado del Distrito Norte en 1905, presidente municipal y eventual jefe político en 1914; el comerciante Eulogio Romero, munícipe de Ensenada de 1903 a 1906; Luis H. del Río, por esos días jefe de la oficina de la Administración Principal del Timbre; J. Enrique Rivero, periodista; Epigmenio Ibarra y Ramón Moyrón, cuyos vástagos volarían alto dentro de la política local; el del primero, llegaría a ser el primer gobernador nativo del Distrito Norte, y el del segundo, presidente municipal de Ensenada; Pedro Victoria —camarada del gran maestre Agustín Sanginés—, administrador de la Aduana Marítima; Juan B. Uribe, connotado abogado y súper amigo de David Zárate; Enrique B. Cota, agente aduanal; y el comerciante don Heraclio Ochoa Vaca que, en 1905, fuese el encargado de organizar la recepción de los primeros colonos rusos de la secta Malakhanys.

La apertura de la Aduana de Mexicali

Al mes de su arribo a Ensenada, Celso Vega hace los amarres pertinentes con un sector de la incipiente clase política-empresarial y el 19 abril de 1903 impulsa la apertura de la publicación semanal “El Progresista”, bajo la dirección de Carlos R. Ptanick Terrazas, nieto de Luis Terrazas, acaudalado ganadero dueño de casi todo el territorio del estado más grande del país: Chihuahua. El coronel Vega, también, propicia la reapertura del semanario “El Fronterizo”, bajo la dirección de Isabel Macías.

Otra de las primeras acciones emprendida por el coronel Vega al llegar al gobierno del distrito, fue la de organizar una expedición para encontrar un atajo que abreviara la distancia entre Ensenada y Mexicali. Es así como, en 1904, nace el “Atajo Vega”, que subía a la Sierra por el “Cañón Sosa o de los Muertos” nombrado de esa manera en memoria de Antonio L. Sosa, primer presidente municipal de Real del Castillo que había sido asesinado hacía casi treinta años en ese paraje por una de las gavillas vinculadas a José María Villagrana, subjefe político.
           
Con propósito de controlar el ayuntamiento de Ensenada y las finanzas del distrito como lo habían hecho Torres y Sanginés, Celso Vega promueve la remoción de la gente con cargos importantes dentro de la aduana vinculada con la administración sanginecista como Pedro Victoria, administrador de la Aduana Marítima de Ensenada, y Ramón García Piña, contador principal de esa institución que, además, hacía la veces de recaudador de rentas de la región.

Para julio 3 de 1903, Vega logra remover a García Piña que no había quedado muy bien parado con Limantour a raíz del caso Tejeda, enviando el régimen porfirista en su lugar a Alfredo S. Pardo.
           
Respecto a la llegada de Alfredo S. Pardo al Distrito Norte, en la edición de agosto 3 del año antes referido, el Periódico Oficial de la Jefatura de Política, señala:

«Del Administrador de la Aduana Marítima de este Puerto: participa que a partir de julio 3, Alfredo S. Pardo, se hizo cargo de la Contaduría».

Para el 7 de julio de 1903 —cuatro días después del arribo de Pardo a Ensenada—, por anuencia del gobierno de Díaz, Celso Vega logra cristalizar la apertura de una sección aduanal en Mexicali. De ahí en adelante, el jefe político Celso Vega, emprendería una activísima participación en el desarrollo del nuevo poblado y en los pingües negocios que habría de emprender luego en la región.

Oficinas de la sección adunal de Mexicali
En lo que atañe a la apertura de la sección aduanal de Mexicali, el año de 1907, el periódico Calexico Chronicle reseñaba lo siguiente:

«De cifras obtenidas de la Aduana fronteriza internacional o Aduana Mexicana, como se le conoce, encontramos que sus importaciones de los Estados Unidos por el año fiscal vigente hasta junio 30 de 1907, ascienden a 329,412 dólares, y sus exportaciones hacia los Estados Unidos durante el mismo periodo han sido por un monto de 3,660 dólares. Esta Aduana Mexicana fue inaugurada hace 4 años, y ahora la oficina cuenta con 6 empleados y con varios guardias montados a caballo en la Línea».

El 2 de diciembre de 1903, Celso Vega logra deshacerse de Pedro Victoria, como administrador de la Aduana Marítima de Ensenada, sustituyéndole Francisco A. Meza, efímero aliado del jefe político. Enseguida Victoria va y se refugia en el municipio con el alcalde Romero, que logra colocarlo como director municipal de contribuciones.
           
Para el 26 de abril de 1904, Celso Vega logra elevar de categoría política la demarcación de Mexicali, convirtiéndola en sección municipal, nombrando a Wenceslao Cifuentes como primer juez de paz de la localidad.
           
Aduana Fronteriza de Mexicali
El 10 de junio de 1904, Porfirio Díaz, en calidad de presidente de la República, decreta la instauración formal de la Aduana Fronteriza de Mexicali, autorizando para su funcionamiento una plantilla de 10 empleados cuyos sueldos mensuales eran: un administrador de sexta clase, con sueldo 148 pesos con 20 centavos; un oficial contador, de a 115 pesos con 20 centavos; dos escribientes, con un salario de 66 pesos cada uno; un mozo de oficios, con 22 pesos más 50 centavos al mes; un cabo de celadores montado, con 82 pesos y 20 centavos; cuatro celadores montados, ganando cada uno 73 pesos con 20 centavos mensuales.

Francisco Larrea, jefe de la oficina de la sección aduanal de Mexicali, es nombrado como administrador de la Aduana Fronteriza de Mexicali; Refugio Contreras, de cabo desciende a simple celador y es sustituido por Platón Aguilar, al mando del propio Contreras, de Jesús Rivera, de Andrés Fernández y también de Albino Rivas.
           
En los primeros meses de 1904, el grupo Romero-Zárate logra incrustar a Luis H.  Del Río dentro de la Aduana Marítima, en calidad de administrador siendo desplazados de sus puestos Francisco A. Meza y el contador Alfredo S. Pardo.   

Con la llegada de Del Río, Celso Vega sufrió un primer descalabro de importancia al quedar este puesto al mando de uno de los miembros del grupo contrario a sus intereses, iniciando una relación ríspida con los de la aduana que de inmediato trataron de hacerle a Celso Vega el caldo espeso ante Porfirio Díaz, acusándole de intolerante y arbitrario, y de otorgar a sus más allegados jugosos puestos y gratificantes prebendas; los mensajes acusatorios al Despacho de la Presidencia se acrecentaron, exhibiendo las corruptelas del jefe político al proteger a las bandas de organizadores de juegos clandestinos y del contrabando de licor.
           
El 23 de mayo de 1904, en los Ángeles, California, el notario público E. B. Higgins protocoliza la venta del terreno de Los Algodones, con una superficie de 86 502 acres (34 998 hectáreas), entre Guillermo Andrade y la Colorado River Land Company, cerrando la dupla Harry Chandler-Gray Otis el periplo para convertirse en amos absolutos del Valle Imperial Mexicano.

Hacia el 14 de octubre de 1904, Alberto F. Andrade, en representación de Anthony H. Heber, se presenta ante el juez de Primera Instancia en Ensenada para protocolizar y registrar el primer plano de Mexicali. En ese plano teórico, elaborado por la gente de Charles R. Rockwood, reservaron sitiales de honor para Luis Emeterio Torres, Ramón Corral y para el mismo jefe político, al bautizar a tres calles con los nombres de estos sonorenses.
           
En noviembre, Wenceslao Cifuentes renuncia a su cargo de juez de paz de la sección municipal de Mexicali, siendo sustituido por Jesús Guluarte, al que el coronel Celso Vega comisiona para levantar el primer censo poblacional y de vivienda de Mexicali.  La resultante del padrón general reflejado en su reporte del día 9 del mencionado mes, confirmaba la existencia de 397 personas censadas y de 38 lotes con edificaciones, proporcionalmente 10 personas por casa. Faltaba construcción de vivienda.

Ingreso del ferrocarril a Mexicali

El tendido de vías del ferrocarril llega a Calexico el 7 de julio de 1904; la estación del ferrocarril es terminada en octubre de ese año; a la izquierda se divisa Mexicali, del barranco ni sus luces; a la derecha aparece el pueblito de Calexico.
Iniciando 1905, llegaba el ferrocarril a la Estación de Mexicali, procedente de Imperial Junction (Entronque Imperial), punto situado al noroeste de la Estación Flowing Well. Al año siguiente, por el lado de Yuma y de Los Algodones, la Inter-California andaba empezando los trabajos para la construcción del ferrocarril que se conectaría con Mexicali en 1907, cruzando el Valle Imperial Mexicano. Esta ruta empezó a operar en 1909.
           
El primer antecedente sobre planes para construir un ferrocarril en la zona de Calexico y Mexicali, se remonta a febrero de 1901 cuando los inversionistas Anthony H. Heber y W. F. Holt fundan la “Imperial & Gulf Railroad” con la mira de llegar por tren al Mar de Cortés recorriendo las costas del golfo de Santa Clara, en Sonora. La idea era echar el tendido de las vías ferroviarias desde Old Beach (Nyland) al “Distrito del Centinela” en la frontera con México, localizado al oeste del Monumento Divisorio 221: lo más alejado posible de los 160 acres (46 hectáreas) que Chaffey tenía en lo que iba a ser Calexico.  Un año atrás, Chaffey había desplazado a Heber del control de la California Development Co.

Pero cuando la Southern Pacific se hace cargo de la “Imperial & Gulf Railroad” y, en febrero de 1902, Heber por fin pudo deshacerse de George Chaffey a cargo de las empresas California Development (C.D.C.) e Imperial Land Co. (I.L.C.), cambia radicalmente sus planes y, para el 17 de octubre de 1902, estaba comprando en 800 pesos a la “Sociedad de Irrigación y Terrenos de Baja California” un predio de 187.36 hectáreas, contiguo al que otrora poseía Chaffey en Calexico, ahora bajo su tutela gracias a que ya tenía también el control de la Imperial Land Company. El siguiente paso fue convencer a los ejecutivos de la Southern Pacific Railroad para que reajustasen los planes y echaran el tendido de las vías de ferrocarril desde el Entronque Imperial hasta el poblado de Imperial, continuando luego hacia Calexico hasta llegar a Mexicali.

Convenido así, la Southern Pacific, a mediados de 1902, inicia los trabajos de construcción del ramal ferroviario Imperial Junction, llegando al poblado de Imperial, el 13 de febrero de 1903. Para mayo de 1904, fecha en que el gobierno de México dio permiso a J. N. Naygle, representante de la Compañía de la Shouthern Pacific Railway, para que construyera el ferrocarril Inter-California, los rieles se colocaron a escasos dos kilómetros al norte de Calexico. El edificio de la Estación ferroviaria de dicha población lo acabaron de construir en octubre de ese año. Como parte de ese acontecimiento fabuloso, el miércoles 2 de noviembre de 1904, Anthony H. Heber asociado con la Emerson Realty Co, traen por tren desde de Los Ángeles hasta Calexico a 200 compradores de bienes y raíces a un remate de terrenos en el interior de una gran carpa.  


Primera gran subasta del condado de Imperial, verificada en Calexico, en 1904
En diciembre de ese año de 1904, mil hombres trabajaban en la construcción de la vía ferroviaria a México hacia la Estación de Ferrocarril de Mexicali.

Entre enero y marzo de 1905, con el ingreso de las vías del tren a Mexicali, Francisco Larrea, administrador de la aduana, remueve la garita fiscal, reinstalándola en la confluencia de las calles Heffernan, de Calexico, y Melgar, de Mexicali; lugar en el que, a finales de 1904, se abrió un nuevo paso fronterizo reinstalado ahí la aduana americana.

Las oficinas de la Aduana Fronteriza de Mexicali estaban por la calle Melgar, en una estancia de adobe donde edificaron después el Hotel México.

Con la venta de terrenos en Calexico y el incendio de los asentamientos alrededor de la “Tienda de Barne” (Monumento 220), en 1904, y con la entrada del ferrocarril a Mexicali en el año siguiente, los poblados de Calexico y Mexicali empezaron rápidamente a desarrollarse como núcleos poblacionales. Joe Estudillo, por citar a alguien representativo, reabre la oficina postal en la tienda de abarrotes del doctor Heffernan, en calle Segunda y avenida Imperial. Terminó por convertirse en gerente de esa tienda.

José Ives Limantour, el 1 de julio de 1905, deroga la franquicia de zona libre, emitida por Porfirio Díaz hacía veinte años (enero de 1885) con la tirada de beneficiar a los castigados habitantes de la franja fronteriza con Estados Unidos, dispensando el pago a las importaciones de víveres para el autoconsumo. Esto fue devastador para la economía de los habitantes de la zona, agravada por los estropicios causados con las inundaciones de 1905 y 1906, y la contracción económica estadounidense de 1907 que puso en jaque a la industria de ese país.
           
Ese año de 1905, Antonio J. Flores, mercachifle al servicio de Anthony H. Heber, tramita ante la presidencia municipal de Ensenada una solicitud para introducir en Mexicali los servicios de agua por tubería y luz eléctrica. El permiso se lo otorgaron con la condición de pagar a tesorería municipal el 5% de la recaudación por el cobro de los servicios.

Al año siguiente, Heber estaba envuelto en llamas, ardiendo vivo, tras incendiarse el hotel donde se hospedaba en Goldfield, Nevada. Hacia octubre de 1906, Frederick C. Paulin —presidente de la C.D.C. y apoderado de Heber— amañadamente le vende a Antonio J. Flores los terrenos de Mexicali, enfrascándose en una querella judicial con Alice M. Heber, viuda del difunto Heber. Después, Paulin y Flores perderían el caso en el Juzgado de Ensenada.

Empezando los años veinte, Alberto F. Andrade, el doctor William T. Heffernan y Carlos R. Orci luego de haber comprado a la viuda de Heber el resto de la “Compañía de Irrigación y Terrenos de Baja California”,  vendedora de los lotes de Mexicali, forman la “Compañía Regularizadora de Títulos de Mexicali, S. A.”, y desde sus oficinas, de Tijuana, desarrollan una estrategia con la finalidad de obligar a los antiguos dueños de terrenos a volver a pagar unos lotes que hacía quince años habían adquirido. Este problema daría atisbo de solución hasta el 6 de julio de 1921, fecha en que el presidente Álvaro Obregón, decretase la expropiación de 389 hectáreas para erigir el Fundo Legal de Mexicali. Este decreto fue publicado en el Diario Oficial de la Federación hasta el 19 de enero de 1922.

En agosto 3 de 1905, gracias a Celso Vega, el pueblo de Mexicali sería elevado a categoría política de subprefectura, nombrando a Gustavo Terrazas como subprefecto y al profesor Benjamín Pizarro como secretario de la misma. En esa ocasión, el licenciado Mariano Rivadeneyra y Bulnes fue nombrado titular del Juzgado de Primera Instancia de Mexicali. La subprefectura quedó instalada en una casa pintada de amarillo cuyo propietario era Jesús Guluarte y a quien el gobierno pagaba 33 pesos mensuales de arrendamiento. Por estar pintada de amarillo la casa del subprefecto fue bautizada con el mote de la “Casa Amarilla”.

La "Casa Amarilla",  instalaciones de la nueva subprefectura
En esos días se crea también el Consejo de Administración a cargo de funcionarios de la aduana, y se abre una oficina de correos cuyo administrador fue don Adolfo Villaseñor; padre de los agentes aduanales Alfonso y Fernando Villaseñor, quienes se cuentan entre los primeros mexicanos en establecer agencias aduanales en la zona, asociados con extranjeros.
           
El 9 de diciembre de 1905, Alfonso Maldonado, titular del Juzgado del Distrito Norte, con sede en Ensenada, es nombrado por el presidente de la República, Porfirio Díaz, como magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Territorio, con asiento en La Paz. Como juez suplente, David Zárate Zazueta, le sucede en el cargo aumentado sus expectativas de echar el guante a los organizadores de juegos clandestinos, a pesar de que las denuncias interpuestas ante el jefe del Ministerio Público, Carlos Robles Linares, jamás prosperasen puesto que era aliado del jefe político Celso Vega.

Carlos Robles Linares
El coronel Celso Vega, un gobernante déspota pero débil, al contrario de sus antecesores, durante su permanencia en el poder nunca pudo controlar del todo al municipio de Ensenada ni tampoco al Poder Judicial, mucho menos a las aduanas del Distrito Norte.

Las inundaciones de 1905 y 1906

Los trabajos de desazolve del canal Imperial, obligaron a la “California Development Company” a desviar la corriente haciendo tajos en el flujo del Río Colorado. Entre febrero y noviembre de 1905, hubieron fuertes inundaciones en el Valle Imperial; en la de junio, las grandes avenidas del Río destruyeron los canales y compuertas construidos en Mexicali por la “Compañía de Irrigación y Terrenos de Baja California”, ocasionando daños a las casas de Doideria Celaya, Diego Ceceña, Expectación Carrillo, Rene Grivel, Rodolfo L. Gallego, Ramón Zumaya, Pedro Gutiérrez, Manuel García y Alejandro Savín, enclavadas en la rivera de Río Nuevo. Para el 29 de noviembre en que vino la última inundación de ese año, el desbordamiento del Río Colorado arrasó el dique de contención, abandonando el agua su curso hacia el golfo de California al desviar su cauce hacia los Valles de Imperial y Coachella y crear la Cuenca Salton sobre una antigua hondonada de 376 millas cuadradas (974 km²) en medio del desierto. El 19 de abril de 1906, un día después del espantoso terremoto e incendio de la ciudad californiana de San Francisco, el Río Colorado se desbordaba peligrosamente y al puente Rockwood, cuya tarea era desfogar el flujo de agua de la zona para desecar el terreno y levantar una presa o un dique permanente, la corriente lo hizo añicos, vertiendo en el Valle Imperial 1 312 millones de metros cúbicos de agua por día. Para imaginarnos este mundo de agua, basta recordar que, conforme al Tratado de Aguas de 1944, México recibe procedente de Estados Unidos 1 850 millones de metros cúbicos de agua, pero al año.

Inundación de Mexicali (1906)
Entre abril y junio de 1906, las inundaciones desviaron el antiguo cauce fronterizo del Río Nuevo desde la Calle 11 de Pueblo Nuevo al oeste, hasta el actual paso fronterizo entre Calexico y Mexicali al este, quedando después un barranco en el antiguo acceso a México del “Camino de la Herradura” que iba a Yuma, a causa de las explosiones efectuadas por los gringos a efecto de reencauzar el Río Colorado hacia el golfo de California.

Algo insólito estaba sucediendo en ese Valle extendido en ambos lados de la frontera, si bien era la muralla de sedimentos acumulados al cabo de millones de años en el delta del Río Colorado lo que impedía que las aguas del golfo penetrasen al desierto, devorándole por completo; por lo visto, ahora los Valles Coachella e Imperial estaban inundándose desde adentro con el tremendo flujo del Río Colorado corriendo por todos lados, amenazando con hacer de esta región un gran lago.
           
John D. Spreckels
Después del terremoto de San Francisco, el inversionista y dueño de periódicos John D. Spreckels cierra un ciclo de su vida allí y empieza otro yéndose a vivir con su familia a San Diego, California, para iniciar la construcción del Ferrocarril del Este San Diego-Arizona (San Diego & Arizona Eastern Railroad): Un proyecto de $18 millones de dólares que tenía como cometido introducir una línea ferroviaria de San Diego a Yuma, utilizando en parte suelo mexicano con el tendido de vías de Tijuana a Tecate; proyecto en desarrollo que fue abandonado con la asonada magonista de 1911, en el Distrito Norte de Baja California.

Celso Vega y el nacimiento de casinos en Mexicali

En 1906, se abre un punto de convergencia entre Pedro Victoria y Celso Vega, suscitándose el casorio de intereses políticos, lo que le da al primero la posibilidad de recuperar el puesto en la Marítima de Ensenada y al jefe político de volver a sentirse capaz de incidir en los asuntos de la aduana. Ese año Victoria sustituye a Luis H. Del Río, desplazando de esa posición al grupo político de David Zárate Zazueta.
           
En el plano nacional, en 1906, se suscitan las huelgas obreras de Río Blanco, en Veracruz, y la de Cananea, en Sonora, instigadas por miembros del Partido Liberal Mexicano (PLM), sofocándolas el porfiriato con lamentable saldo trágico. Los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón y sus camaradas se exilian en Canadá (Toronto y Montreal) y enseguida pasan a San Francisco y luego a Sacramento y finalmente a Los Ángeles, en Estados Unidos. Por los sucesos de 1906, la dictadura porfirista ofrecía una recompensa de 20 mil dólares por la captura de los Flores Magón. En 1907, acusados por delitos menores en Estados Unidos, los Flores Magón y sus camaradas son condenados a 20 meses de prisión. Luego volvieron a ser condenados otros dieciocho meses más, pretextando las autoridades norteamericanas que habían violado también las leyes de neutralidad. Por esa época, el alma flamígera de Ricardo Flores Magón había abrazado, inexorablemente, su fe en el anarquismo.

Mientras tanto en el Distrito Norte, para 1907, con la llegada de Pedro Victoria a la Aduana Marítima de Ensenada y el arribo de Manuel Labastida a la presidencia municipal de ese puerto, Celso Vega maniata al grupo (Romero-Zárate) proclamante de un pacto federalista a favor de un gobierno civilista compuesto de lugareños.
           
A dos años de derogada la franquicia de zona libre, como en la época de Villagrana, la gente en el Distrito Norte había vuelto a pagar impuestos por traer de Estados Unidos los comestibles de uso diario, incrementándose el pago a la importación de maquinaria y refacciones así como el de los utensilios para la agricultura y la minería. Por consecuencia se desbordó el contrabando en la región, muy especialmente el de licor en la frontera de Mexicali, en cuyo valle vecino el uso de bebidas embriagantes estaba totalmente prohibido desde 1901 con la llegada de George Chaffey al Valle Imperial. Chaffey era abstemio y puritano contumaz.
           
En 1907, siendo el señor R. L. Reséndiz, administrador de la Aduana Fronteriza de Mexicali; Pedro G. Bango, que había sustituido a Refugio H. Lizárraga en el cargo de contador de la aduana a mediados de año, incauta un cuantioso contrabando de licor al parecer del coronel Celso Vega o de sus protegidos. Después de eso, sufre un atentado y abandona el puesto, huyendo a San Diego a salto de mata. Muerto de miedo en aquella ciudad, el 21 de diciembre de 1907, ingenuo, Bango envía al general Porfirio Díaz un S.O.S. desde los Estados Unidos:

«Excelentísimo Señor: En el hambre de justicia que padezco me he resuelto importunar a Ud., suplicándole perdone la molestia que le infiero».

«Me encontraba prestando mis servicios en la Aduana Fronteriza de Mexicali, de contador funcionario; como noté que se estaba defraudando al Fisco en sus derechos tanto de importación como consulares, me apresuré a ponerlo en conocimiento de mi superior, el Sr. Sub-Secretario de Hacienda, a fin de que los referidos abusos cesaran».

«[Estos] terminaron, pero la venganza de algunos poderosos −en materia pecuniaria e influencias no se hicieron esperar, y sus iras se desataron en contra de este humilde empleado que había cumplido con su deber».

«Estuve a punto de ser asesinado vil y traicioneramente por tres individuos: Félix Acevedo, Joaquín Carrasco y Vicente Sepúlveda, de Mexicali; los acusé ante el Juzgado de Paz de aquel lugar por ese delito y el Juez y Secretario, que estaban de acuerdo con mis enemigos no quisieron obrar contra los delincuentes».

«Habiéndose frustrado esa intentona, idearon después vengarse, sirviéndose de la justicia y una tarde del 17 de julio de 1907 en que me presenté al Juzgado con objeto de hacer un recordatorio a la queja que puse en contra de los que me atacaron, se me echaron encima el Juez y el Secretario y me desarmaron, acusándome de amagos a la autoridad. Los testigos que para ese objeto puso, declararon que no habían visto que hubiera yo amagado al Juez: A pesar de todo, me mandaron procesado a la Ensenada».

«El Juez de Distrito de aquel lugar [David Zárate, que dejaría ese puesto en septiembre de ese año], me absolvió del supuesto delito que se me imputaba y el agente del ministerio público [Carlos Robles Linares], enemigo particular mío, por causas ajenas a este asunto y largas de relatar, apeló el fallo del Juez en una de la Salas del Tribunal Superior».

«Se envió dicha apelación el día 24 de octubre del presente, y ya tiene tiempo sobrado el actual Juez de Primera Instancia para hacerme saber la resolución [del Tribunal Superior de Justicia del Territorio]; [el nuevo Juez] se lamentó de que no me hubieran matado en Mexicali la vez que he referido; deseando con eso, captarse la simpatía del coronel Vega. Porque este señor me profesa mala voluntad, porque siempre he dicho y continúo diciendo que está sumiendo en la ruina al pueblo que gobierna, permitiendo el juego prohibido, pues hace muchos meses que en Ensenada los sábados y domingos, se instala “la partida” a desplumar a todo el mundo».

«He aquí el motivo por el cual soy tan odiado y tan injustamente perseguido. Bastante he sufrido ya en el silencio. Hoy pido justicia, justicia a secas, al Primer Magistrado de la Nación, al hombre recto por excelencia y no dudo que se me hará. En espera de ello quedo protestando a Ud. Las seguridades de mi más atenta y respetuosa consideración. Rúbrica: Pedro G. Bango».

Dos meses atrás en Ensenada había pasado un caso similar al de Bango con Domingo Mendoza, otro empleado de la aduana que por un pelito escapó de ser asesinado después de incautar un embarque de licor a socios del coronel Vega. Mendoza y Bango, enfrentando asuntos de vida o muerte que exigían aplicación expedita de la justicia, fueron mandados al carajo por el Despacho de la Presidencia. Al poco, también despedidos. Pedro G. Bango, en Mexicali fue sustituido por Refugio H. Lizárraga, recuperando eventualmente su puesto de contador de la aduana.

John y Ben Hodges, con la connivencia del coronel Celso Vega, a fines de 1908, fundan la “Ben Hodges and Company”, construyendo el primer casino para juego de apuestas en el Distrito Norte del Territorio de la Baja California; ya para el 8 de febrero de ese año, el presidente Porfirio Díaz había dado su anuencia, a través de un decreto, para el establecimiento de casas de juego de azar en el Distrito Norte, con el fin de estimular una menguada recaudación municipal y atraer al turismo californiano y así incentivar la economía local. Esta medida presidencial potenció el contrabando de licor y una secuela de ilícitos en el Distrito Norte de la Baja California, bajo el manto protector del jefe político y militar.


En Baja California, si de elegir entre Celso Vega y Esteban Cantú, nos preguntáramos quién de los dos fue el precursor de la idea de convertir los poblados en el asidero de la venta de alcohol, de los juegos prohibidos y el lenocinio, la respuesta apuntaría a que ninguno de los dos, si se nos viene a la mente el nombre de José María Villagrana, que en 1875 transformara a Real del Castillo (un pueblo de enjundiosos mineros) en la catedral de la diversión consagrada al brutal desahogo de bandidos de cien mil raleas, venidos principalmente de Estados Unidos.
           
Iniciado el Siglo XX,  el redescubrimiento de este filón de oro, inacabable para las economías de ambos lados de la frontera, provendría de la mafia norteamericana, ligada a los ultraconservadores prohibicionistas de Estados Unidos con su eterna hipocresía, enfrascados, en su país, en una guerra sin cuartel contra el consumo de licor y los juegos de azar por atentatorios al pudor y a las buenas costumbres, mientras que, del lado mexicano, bien podían ser dueños de cantinas y casas de juego, o al menos trabajar como empleados de confianza en los grandes salones de juego.

Si Plutarco Elías Calles gobernador de Sonora en 1915 para quedar bien con los grupos arizonenses de temperancia, decretara la llamada “Ley Seca” en su estado antes que el congresista Andrew Volstead, en 1919, hiciera lo propio con la puesta en vigor de la 18a. enmienda Constitucional; George Chaffey, abstemio delirante, en Valle Imperial le llevaba tres lustros de ventaja a su más cercano competidor, el gobernador sonorense, al prohibir estrictamente en la zona el consumo y la producción de  bebidas alcohólicas desde 1901.

El cartelón de las damas reza: “Labios que toquen el licor, jamás tocarán los nuestros”. Frente a esta inquietante realidad, no fueron pocos estadounidenses los que prefirieron mejor lanzarse en las garras del alcohol, en Mexicali, o cuando menos echarse al vacío en el barranco de Río Nuevo. 
Chaffey, ligado a grupos financieros de ultraortodoxos cristianos, como John D. Spreckels (entre otras cosas dueño de los diarios San Francisco Call, del San Diego Union y The Tribune), con gente de su lado como Harrison Gray Otis, el súper corrupto propietario del L. A. Times, y de W. T. Holt dueño del Imperial Press y Calexico Chronicle, las virulentas campañas contra el uso del alcohol no se hicieron esperar a lo largo de la línea fronteriza entre California y el Distrito Norte. El caso es que para 1907, en Valle Imperial, la prohibición al uso de bebidas embriagantes era rigurosa, mientras que en los dominios de Celso Vega, el juego, la prostitución y el consumo de licor eran permitidos sin restricción alguna. A todo eso, Esteban Cantú con la promulgación en Estados Unidos del Acta Harrison de Narcóticos, en 1914, que declaraba como ilegal la posesión de cualquier tipo de sustancia vinculada al opio y la cocaína, y la migración masiva de chinos al Distrito Norte, a partir de 1915, agregaría un ingrediente más: el consumo de opio y sus derivados. 

El maderismo y el Distrito Norte

A fines de 1908, Francisco Ignacio Madero González, un acaudalado demócrata, masón afecto al estudio de la filosofía oriental y al credo espírita, saca a la luz pública su libro “La Sucesión Presidencial”. El libro pronto hace furor entre una masa clasemediera de lectores. Para mayo del año siguiente, funda en la Ciudad de México el “Centro Antirreeleccionista”, quedando en manos del joven José Vasconcelos, filósofo y abogado, la dirección de la publicación “El Antirreeleccionista”, a la que se adhieren gente de la talla de Luis Cabrera, Federico González Garza y Toribio Esquivel Obregón. En junio, el Centro publica un manifiesto firmado por conocidos opositores al régimen porfirista, entre otros Filomeno Mata, Paulino Martínez y Emilio Vázquez Gómez.
           
Madero luego emprende su primera gira por el país, promoviendo la apertura de clubes antirreleccionistas en Veracruz, Campeche, Yucatán, Nuevo León y Tamaulipas. A finales de 1909, reinicia su recorrido por las ciudades de Querétaro, Guadalajara, Colima, Mazatlán, Culiacán, Navojoa, Álamos, Hermosillo, Guaymas, Nogales; mas, sin embargo, a ese nicho en soledad llamado Distrito Norte de la Baja California, nunca llega. Aun así, los ensenadenses contrarios al gobierno centralista de Díaz, coincidiendo con las propuestas civilistas de Madero, forman clubes políticos tales como el Democrático y el Manuel Márquez de León.
           
Ahora, el joven molinero Carlos E. Bernstein declaraba con oportunismo su nuevo credo maderista, lo mismo sucedería con los otros dos Carlos: R. Ptanick y Robles Linares. En tanto, Celso Vega echaba andar los engranajes de la maquinaria propagandística para contrarrestar la presunta llegada de un Madero que jamás haría acto de presencia en suelo bajacaliforniano.
           
En 1909, un muchacho de nombre Abelardo Rodríguez Luján, con 20 años de edad, regresaba a Sonora procedente de Los Ángeles, California; venía desilusionado luego de fracasar como estudiante de canto en aquella ciudad, y, llegando al hogar, era recomendado para trabajar como aprendiz de garrotero en la Estación de Navojoa. En poco tiempo ascendería al puesto de inspector del ferrocarril, sin embargo no alcanzó a desempeñar esa función al descubrirse que padecía daltonismo. Quién iba a pensar que aquel joven, daltónico, catorce años adelante se convertiría en gobernador del Distrito Norte, haciendo de Baja California un feudo político no ya de la Sonora del porfiriato, sino de la de los liberales sonorenses, ganadores de la revolución.

Abelardo Rodríguez Luján, sentado y en medio, como parte de un equipo de béisbol.
En Abelardo L. Rodríguez un muchacho clasemediero con pretensiones de ser reconocido como parte de la clase pudiente, eso de anteponer la primera letra del apellido materno entre el nombre de pila y el apellido paterno, era costumbre, principalmente, entre la llamada “gente de caché” del Norte de este país. Así que el apellido paterno de Abelardo era Rodríguez y el materno Luján.

A la par, en 1909, pero en Guerrero, un joven abogado de 29 años llamado José Inocente Lugo, era uno de los primeros en afiliarse al Partido Antirreleccionista. Dos años después, estaba coordinando las actividades revolucionarias en su estado natal. En diciembre de 1911, Madero con tan solo un mes a cargo de la Presidencia, lo nombra gobernador de Guerrero, puesto que desempeñó hasta 1913. En su época de revolucionario, Lugo entraría en contacto con gente como Pino Suárez, el general pelemecista Miguel Alemán y Adolfo de la Huerta. 

Lanzada por Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército Constitucionalista, la convocatoria para reformar la Constitución de 1857; de diciembre al 31 de enero de 1917, Inocente Lugo se integra a las jornadas de trabajo de los constituyentes e interviene en la redacción del Artículo 123. En 1920, siendo Adolfo de la Huerta presidente provisional de México, jala a Lugo a Gobernación y lo hace secretario de esa dependencia, siendo al poco tiempo relevado del cargo por el ideólogo sonorense Gilberto Valenzuela, como nuevo secretario de Gobernación. Dos años después, de nueva cuenta Lugo volvería a ser gobernador pero ahora del Distrito Norte de la Baja California al desplazar a Epigmenio Ibarra Jr. de dicha posición, el 1 de febrero de 1922.
           
Aquel joven garrotero sonorense y este abogado revolucionario, de 1909, trece años después sostendrían una guerra sórdida por el control del poder dentro del Distrito Norte.

Mexicali 1910: sin contar la del estribo

Para 1910, Mexicali, con poco más de 1600 habitantes se había transformado en el centro poblacional con mayor número de habitantes del Valle Imperial. En cuanto a población era un sitio equiparable a Ensenada, la capital del distrito, que desde 1900 se encontraba viviendo una etapa de paulatino declive económico, cuya alta burocracia y su elite empresarial había empezado a desplazarse de la cabecera distrital hacia Mexicali o Tijuana, ya fuese ocupando puestos administrativos o bien abriendo negocios en ambos  sitios. Tijuana por esas fechas contaba con tan solo 733 habitantes. Y en Tecate, incluyendo sus rancherías, vivían alrededor de 800 personas.

Conforme los reportes de Manuel Páez, subcolector de impuestos en el Mexicali de 1910, se infiere que el juego y lenocinio eran controlados por tan solo cinco empresas: Ben Hodges and Co., Bush and Sivertson, las dos casas de diversión de Frank Nichols y Angelo Cugnago y la casa de asignación de Lina Lee. Las entretenedoras, todas de origen extranjero, estaban divididas como de primera y de segunda clase, y su número ascendía a treintaitrés: 23 de primera y 10 de segunda. Su aportación mensual al fisco municipal del porfiriato, en conjunto, era la más cuantiosa de cuanto negocio se encontraba en la localidad, así fuesen cantinas, casas de juego y la propia “Colorado River Land and Cattle Co” u otros. Las entretenedoras de primera clase pagaban al fisco treinta pesos mensuales cada una y veinte las de segunda categoría, aportando al fisco un monto global de 890 pesos. Las chicas aportaban alrededor del 25% de los 3 mil 589 pesos con 33 centavos, aproximados, que recibía al mes la subcolectoría municipal.
           
Sus más cercanos competidores eran la “Colorado River Land and Cattle Co.”, con 484 pesos mensuales de contribución para la hacienda municipal; le seguían las cantinas y casas de juego pagando 389 pesos, luego estaban los matanceros Zaragoza Contreras, Rivera y Lamadrid, Chim Sim, Luis Wong, Lem Toi, aportando 364 pesos de impuestos entre todos por el degüello de reses. Como hasta la fecha en México, es sobre los menos favorecidos en quienes siempre recae todo el peso de la carga tributaria.

En la región del Valle Imperial Mexicano, en 1910, sin contar las cantinas y billares que tenía Eugenio Olalla en la población de Los Algodones; en Mexicali, una localidad que ni siquiera llegaba a dos mil almas, existían 30 cantinas cuyos propietarios eran Francisco L. Montejano futuro primer presidente municipal de Mexicali—, Ramón Zumaya, Chin Sim, Quong Wing, Lina Lee, Benigno Barreiro, Antonio Victoria, Loreto Ceceña, destacando en número las cantinas propiedad de Expectación Carrillo.

Expectación Carrillo, oriundo de Villa Unión, Sinaloa, sobre su paso por Ensenada cuenta Faraón Sarabia Espinoza a Jorge Martínez Zepeda en una entrevista concedida, en 1978, referente a un tal Fortino Carrillo:

«Sí, tenía otros hermanos: Expectación y Epigmenio; los tres eran comerciantes. Fortino tenía carruajes; Expectación tenía tres tiendas y se le quemaron, dicen que las aseguraba y luego las quemaba. Se cambió a Mexicali y anduvo de aquí para allá».

Por lo visto, Expectación Carrillo habría salido de Ensenada hacia Mexicali, en 1901, con el fin de ir a marear a otros con un nuevo negocio, el de las cantinas.

En febrero de 1910, Cosme A. Muñoz, tomaba las riendas de la Aduana Fronteriza de Mexicali, haciendo a un lado a José B. Mota Velasco como administrador.

roberelenes@gmail.com


SEP—INDAUTOR
Título original:
Aduanas bajacalifornianas
Registro público:
03-2003-110615022600



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