jueves, 10 de abril de 2014

V. La asonada magonista en el Distrito Norte 1911


Roberto Elenes


Mexicali en 1911, año de la asonada magonista
«Flores Magón, mejor pensador; Madero, mejor hombre».  Así es como el historiador Lowell L. Blaisdell sintetiza el íntimo ser de estos dos hombres extraordinarios. Para junio de 1910, Madero había logrado la conformación de 100 clubes antirreleccionistas y había visitado 22 estados del país. Por esos días era apresado en Monterrey y remitido al penal de San Luis Potosí; estando en prisión, gente como el ilustre Ramón López Velarde le ayudan a redactar el “Plan de San Luis” −”Sufragio Efectivo, y la No Reelección”, su lema−, en cuyas páginas se plantea ya el desconocimiento de los poderes federales y la eventual asunción de Francisco I. Madero al poder, a guisa de presidente provisional; dentro de las cláusulas de aquel documento, además, se exige para los pueblos y comunidades despojadas la restitución de tierras y la libertad de presos  políticos. En octubre de ese año, escapa de prisión y se refugia en la ciudad de San Antonio, Texas, comprendiendo Francisco Ignacio que para destronar a Díaz no existía otra vía que no fuese la revuelta armada. Según cálculos de Madero, la revolución debía estallar el 20 de noviembre de 1910. Las fuerzas del destino dictaminarían otra cosa. Dos días antes de esa fecha, Aquiles Serdán −jefe del maderismo−, su familia y un puñado de obreros, fueron asesinados en Puebla tras ser su casa asaltada por las fuerzas policíacas del gobierno.
           
A mediados de 1910, Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal y Librado Rivera, colegas de la Junta Liberal, apenas iban saliendo de la cárcel en Estados Unidos. En diciembre de ese año, la Junta (afianzados ya sus nexos con la organización anarco-sindicalista Obreros Industriales del Mundo: la I.W.W.), preconiza a través del impreso insurgente “Regeneración” los barruntos de tormenta política que se avecinaban sobre México. El 20 de diciembre de 1910, Ricardo Flores Magón, nombra a Camilo Jiménez como delegado especial del Partido Liberal en Mexicali.

El lema del Partido Liberal Mexicano (P.L.M.), fundado en 1906, era “Tierra y Libertad”, había sido tomado de los Norodnikis rusos, campesinos insurrectos en la Rusia zarista de 1860; lema que se haría emblemático con Emiliano Zapata y el zapatismo, reclamando con esa frase la plenitud del espacio, la libertad de movimiento y la posesión de tierra para sembrar.
           
Las causas que motivaron que la Junta Liberal emprendiera su lucha armada en el Distrito Norte contra la dictadura de Díaz, fueron varias: se trataba del punto más alejado de la capital del país y el más cercano a Los Ángeles, sede de la Junta encargada de organizar la asonada magonista; al respecto, Mexicali —situado en la línea fronteriza— era el sitio ideal para iniciar el ataque porque su población, inconforme por sufrir tantos atropellos y penalidades de manos de extranjeros dueños de tierras, era un caldo de cultivo para una revuelta que fácil podía reproducirse pues los sin tierra se encontraban dispersos, trabajando como jornaleros sobre una amplia superficie geográfica.

Sobre los sin tierra, en un México de 15 millones 160 mil 369 habitantes, según el III Censo General de Población de 1910, Gastón García Cantú, en su libro “Las Invasiones Norteamericanas en México”, dice:

«De las 28 entidades federativas, solo en la Baja California el porcentaje de los habitantes sin tierras propias era inferior al 90%... Los jornales que se pagaban en 1891 en ningún caso mayor a 70 centavos eran los mismos que en 1906 salvo en 15 estados».

La primera desventaja del magonismo dentro del Distrito Norte era que los del Partido Liberal Mexicano (PLM) no tenían una masa de adeptos en la región, como sí existían en estados norteños como Sonora, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas, y con mayor razón del lado norteamericano. Vale decir que dentro del Distrito Norte de la Baja California no había un antecedente significativo de la vigencia del magonismo. A pesar de que, en 1905, en la localidad de Mexicali, el jefe político Celso Vega había tenido que sofocar con energía algunos brotes de rebeldía por parte de los lugareños tras los desaguisados producidos por la venta fraudulenta de terrenos y por el malestar producido por el impacto económico causado por las inundaciones de ese año.

Para emprender su campaña, el P.L.M. contaba con 1000 dólares, obtenidos principalmente de los suscriptores de “Regeneración” con una circulación aproximada de 27 mil ejemplares, cuyos abonos eran $1.10 el semestre y 2 dólares la inscripción anual; contando, además, con el apoyo financiero de obreros pertenecientes a la I.W.W. y de la intelectualidad simpatizante del socialismo, radicada en los condados de Los Ángeles y San Francisco.

La quema de las aduanas del Distrito Norte

Iniciado enero de 1911, Pedro Caule, José Cardoza, Fernando Palomárez, Camilo Jiménez y Mariano A. Becerra, del bando magonista, exploran los alrededores de Mexicali encontrando que el pueblo estaba mal guarnecido, al tiempo que rendían un informe a la Junta dando pormenores de los caminos, atajos montañosos, ubicación de ranchos y puntos de abastecimiento de agua existentes en la zona. El día 23 de ese mes, Mariano A. Becerra es sorprendido por la guardia dependiente del subprefecto Gustavo Terrazas, trayendo consigo varias copias de “Regeneración”, y, tras ser acusado de subversivo, fue remitido a la cárcel del pueblo. Ignorando un posible ataque del PLM (Partido Liberal Mexicano), Celso Vega, confiado en una paz porfiriana ya inexistente, no movería un dedo para ordenar el envío de refuerzos para resguardar los pasos fronterizos y proteger las aduanas, principal fuente de ingresos para el sostenimiento del aparato gubernamental. Su preocupación real era la posible efervescencia del maderismo dentro de la elite gobernante de Ensenada, y no el magonismo proveniente de las presuntas fantasías políticas de Ricardo Flores Mágón.

Los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, Librado Rivera y Anselmo Figueroa, principales integrantes de una Junta Liberal ya sin Antonio I. Villarreal que había roto con sus colegas para unirse al maderismo, deciden finalmente apoyarse en José María Leyva y en Simón Berthold Chacón, confiándoles —no sin dudas— el desarrollo de la operación militar que se llevaría a cabo en Mexicali. El primero, era un yesero de oficio que había participado en la huelga de Cananea en 1906; el segundo, un muchacho —hijo de alemanes—, nacido en México, que siendo aún muy pequeño fue abandonado por sus padres, en Sonora, adoptándole una mujer de ese lugar como hijo suyo. 

Es decir, Berthold era un mexicano que trabajaba en Estados Unidos desde 1905, que al poco tiempo de estar allá se había unido a las luchas laborales contra el sistema de explotación impuesto por Harrison Gray Otis dentro de sus múltiples empresas en Los Ángeles; además de idealista, era un chofer de autotransportes de carga que con su adhesión al magonismo regresaba a su país a derrocar a una dictadura para imponer una utopía universalista, de tinte anarco-socialista, como buen miembro de la I.W.W. que era.

De tal modo que ni Leyva, ni Berthold, eran militares. Su única ventaja radicaba en que hablaban un español fluido y sin acento, y por eso fueron designados para poner en práctica en el rincón más apartado de México un ataque insurgente y un credo incomprensible para la generalidad de bajacalifornianos e inadmisible para el maderismo, cuyos líderes, en su mayoría, eran  políticos moderados que propugnaban por un retorno a los principios básicos de la Constitución de 1857, procurando por la vía armada la caída de un dictador para establecer un gobierno democrático, respetuoso del sufragio efectivo y de la no reelección, capaz de impartir cierta justicia social a sus conciudadanos.

En 1911, el maderismo buscaba algo más apegado a la realidad social de México que el Partido Liberal Mexicano (PLM) de los Flores Magón. Esta fue otra de las desventajas del magonismo en Baja California, el tratar de imponer su fe universalista entre una gente que no tenía la más mínima noción de qué era el socialismo o qué diablos era lo que perseguían los anarquistas en Mexicali y Tijuana, con una fuerza multirracial  —tratando de hacer una revolución— venida de Estados Unidos, venida de donde el filibusterismo rapaz desde el Siglo XIX había estado organizando sus acometidas a la Península con el fin de apoderarse del territorio.

Con este antecedente, teniendo el porfiriato a embaucadores profesionales como Celso Vega en el Distrito Norte, y a Arturo M. Elías, en el consulado de México en Los Ángeles, no dilataron mucho en incubar en las mentes de los moradores de aquel abandonado distrito territorial y de los ciudadanos mexicanos residentes de California que el magonismo y el tradicional filibusterismo del que tanto había sido víctima el pueblo bajacaliforniano, eran una misma cosa.

No en balde Porfirio Díaz, el 1 de abril de 1911, al rendir el último informe de gobierno de su vida en el Congreso de la Unión, llegado el momento de tocar la situación de los alzados en armas en el norte del país, acusa al maderismo y al magonismo de estar infestados de filibusteros. Al pronunciarse en su discurso sobre el tema Chihuahua, dice lo siguiente:

«En relación con tan importantes acontecimientos, el Ejecutivo observó que los rebeldes [maderistas] reclutaban filibusteros y se organizaban en Territorio de los Estados Unidos de América, por lo cual llamó la atención del Gobierno de aquel país de tales actos. El Gobierno americano, de acuerdo con las leyes de neutralidad, dictó desde luego las medidas que juzgó adecuadas y que el Gobierno de México reconoce y estima».

Tocante al asunto bajacaliforniano, Porfirio Díaz expresa:

«En la Baja California se ha efectuado un movimiento de otro carácter, causado por bandas de comunistas en las que figuran muchos filibusteros americanos, con el fantástico proyecto de formar una República socialista. Tan nefasto propósito no podrá menos que provocar la más grande indignación en el país, y estoy seguro de que en caso necesario, el pueblo mexicano, siempre patriota y celoso de su autonomía, acudirá a la defensa del territorio nacional».

Más allá de la teoría política, la revolución magonista buscaba imponer un programa social que reivindicara las aspiraciones que ardían en lo más recóndito de los corazones campesinos y obreros explotados, deshechas en todo caso y circunstancia desde tiempos de la monarquía española. La influencia del PLM para estas personas maltratadas, discriminadas, fue la piedra de toque que reavivaría en el Siglo XX las luchas agraristas, socavadas en el transcurso del XIX, inspirando el surgimiento de movimientos radicales y de partidos “rojos”, obrero-campesinos, que paulatinamente emergieron durante el proceso revolucionario iniciado en 1910.

Asalto a Mexicali

José María Leyva
Llegados José María Leyva y Simón Berthold a Holtville, California, instalaron un centro de operaciones militares a tiro de piedra del Valle Imperial Mexicano, permaneciendo varios días ultimando arreglos con el canadiense,  de sangre india, Stanley Williams, con Antonio Fuentes y Camilo Jiménez, cuya misión en Mexicali había consistido en registrar desde diciembre pasado los movimientos del subprefecto Gustavo Terrazas y de Cosme A. Muñoz, administrador de la aduana, al mando de la gendarmería y del resguardo aduanal en el pueblo.                      

El 27 de enero de 1911, Leyva y Berthold en compañía de otros dos camaradas, se internan a tierras mexicalenses por la Laguna Salada, donde esperaban Camilo Jiménez con un contingente de 12 hombres, compuesto de mestizos y cucapás, procediendo a desenterrar los 60 rifles Springfield y 9000 piezas de parque que previamente Jiménez y sus acompañantes habían ocultado en ese paraje. Enseguida tomaron hacia el este y dos días después, al amanecer del domingo 29, cruzaron el Río Nuevo y se dirigieron hacia la “Casa Amarilla” que servía como sede de gobierno de la subprefectura y como hábitat del subprefecto Gustavo Terrazas, sorprendiéndole durmiendo a pierna suelta con todo y familia.  Terrazas, con el alma en vilo, fue amarrado a un palo afuera de su casa, quedando bajo custodia rebelde.
           
Garita fiscal, quemada por los magonistas en 1911
Otro grupo de magonistas, en un santiamén, fueron en pos de Cosme A. Muñoz, administrador de la aduana, agarrándole como al subprefecto, durmiendo la mona. En vez de atarlo a un poste, a Cosme lo llevaron a arrastras camino a la garita fiscal en la línea fronteriza; al llegar, sin más dificultad desarmaron a los tres celadores que estaban de guardia, prendiendo fuego a la obra cumbre de Cuco Contreras: la garita que con sus manos un día construyó.
           
Acto continúo, fueron a las oficinas de la aduana en la calle Melgar y requisaron los 200 dólares que había en caja. Un tercer grupo de rebeldes había partido de la “Casa Amarilla” rumbo a la cárcel, llegando ahí le exigieron al alcaide José Villanueva que entregara las llaves porque iban a liberar a los presos.

Cárcel de Mexicali (1911)
El alcaide se negó a obedecer la orden. Y, sin más, de un tiro le dejaron tendido en la calle. Becerra y los demás prisioneros fueron liberado, ocho de ellos se unieron a la causa magonista. El jefe de la policía y diez rurales, luego luego fueron apresados; siete se rindieron sin forcejeos, les quitaron los pantalones y los dejaron en libertad para cruzar la línea en calzoncillos; a los tres restantes y al jefe policial los remitieron a la cárcel junto con el administrador y los celadores de la aduana, exceptuando al celador Vicente Sepúlveda que opuso resistencia y lo acribillaron a balazos. La prensa californiana causaría conmoción con esta noticia alrededor del mundo.
           
Sabedor de que con dinero baila el perro, Cosme A. Muñoz ofreció a los magonistas 500 dólares de recompensa por su liberación. La oferta fue aceptada a manera de impuesto de guerra, y, sin decir ahí nos vemos, corrió a refugiarse a Calexico, abandonando a sus subalternos. Paso seguido, los celadores lo emularon y salieron de la cárcel pagando 385 dólares para ir tras los pasos de su superior. El jefe de la policía rural y sus tres subalternos, atorados en chirona, fueron liberados poco después con la advertencia de que no querían volver a verlos en las andadas, tratando de ejercer sus antiguas mañas.
           
De parte de Leyva y Berthold, eso de liberar a los capturados que, investidos de autoridad, no interpusiesen resistencia armada, obedecía a dar cauce a uno de los puntos del “Código de Instrucciones Generales” previamente impuesto por la Junta Liberal, en cuyas cláusulas se contemplaba, entre otras cosas, la protección de extranjeros neutrales al conflicto, garantía a la seguridad de no combatientes y con el fin de que la revuelta resultara autofinanciable, admitían la requisa de bienes al gobierno y la aplicación del impuesto de guerra a funcionarios gubernamentales y a pudientes que manifestaran oposición a tal intervención militar.
           
Ese fue el caso del comerciante Barreiro, que al vociferar —al fin español— sobre lo que acaecía en el pueblo, por bocón le aplicaron 200 dólares de multa. Walter Bowker, gerente de la California-Mexico Land and Cattle Co y los capataces gringos de ese súper rancho ganadero, filial de la Colorado River Land Co., no esperaron que les aplicaran la regla de protección a extranjeros neutrales, pelando gallo para Calexico. No pasó mucho tiempo para que la aplicación del mentado “Código de Instrucciones Generales” se convirtiera en letra muerta, especialmente en Tijuana donde el movimiento liberal pronto se corrompió, iniciando la etapa de latrocinios perpetrados principalmente por los mirones sandieguinos que mientras observaban los combates también robaban.                             
           
Si Cosme A. Muñoz, el administrador de la aduana, por motu proprio había ofrecido a los liberales la suma de 500 dólares para alcanzar su liberación; ésa sería la cifra que los magonistas le exigiesen a Gustavo Terrazas por conseguir la suya. Si bien para Muñoz el desembolso de esa cantidad (incluyendo a los celadores) había sido nada con tal de evadir a la parca; en el caso de Terrazas, el subprefecto, no era lo mismo: Quinientos dólares era mucho dinero en aquel tiempo. Significaban poco más de 15 meses de pago de renta de la residencia donde se encontraba la subprefectura, pues Jesús Guluarte le cobraba al gobierno distrital 33 pesos oro por la renta de la “Casa Amarilla”; pesos cuya equivalencia era similar a la del dólar desde 1900. 
           
Viendo muy complicada la situación de Terrazas, el picapleitos de Rodolfo. L. Gallego, hasta ese momento un simple parroquiano que había sido uno de los del pueblo que habían abrazado ya la causa liberal, se ofreció como rehén para que Gustavo obtuviera permiso de ir a Calexico a tratar de conseguir ese dinero y así salvar su humillada humanidad.

Rodolfo L. Gallego
Y de Gallego se refrenda su propensión al pleito, porque a partir de esa aventura halla su vocación castrense y no para de imbuirse en el deleznable asunto de andar jugando a las guerritas, hasta no enrolarse en las fuerzas constitucionalistas y llegar a ser después uno de los principales generales de la guerra de los cristeros en la década de los veinte, siendo aprehendido y fusilado por el general yaqui José Amarillas en mayo de 1927, en el pueblo de San Miguel de Allende, Guanajuato. La fama ganada por Gallego durante aquella guerra estúpida por partida doble, influiría en cierta forma para que el general Abelardo L. Rodríguez, en 1926, siendo gobernador, arrasara parejo con pastores cristianos y curas católicos, expulsándoles del Distrito Norte. 

La derrota de Celso Vega en Mexicali

El 15 de febrero de 1911, Celso Vega bajaba de Picachos (de La Rumorosa) con la mira de retomar la plaza de Mexicali bajo poder de los magonistas al mando de dos mexicanos: José María Leyva y Simón Berthold. El coronel Vega venía en camilla, pues se encontraba enfermo y, por lo visto, subiría al caballo solo para que, en la primera escaramuza, los contrarios le dieran de tiros, mandándolo de vuelta a Ensenada en la misma camilla en la que llegó de La Rumorosa. Esa vez, el coronel Vega tuvo que cargar con una derrota doble, dado que, el gobierno porfirista confiado en que el jefe político recuperaría la plaza de Mexicali con facilidad, pudo conseguir que Washington hiciera una excepción al tratado de neutralidad, permitiendo a las autoridades del distrito el reabastecimiento de armas a través de Yuma, Arizona. Las mismas que fueron incautadas por los magonistas. Esto explica el ataque de Stanley Williams al puesto de Los Algodones una semana después de la derrota de Celso Vega en Mexicali.
           
A su paso por Santa Catalina, el día 19 de febrero, punto de cruce para llegar a El Álamo y luego a Ensenada, Celso Vega —esperando el inminente ataque de Berthold al puerto— manda a traer a Alberto Rodríguez, alias el “Cachora”, un lugareño con fama de excelente tirador, dándole la afiliación de Berthold así como instrucciones para que lo venadease al momento de que pasara por el lugar.

En febrero 21, Stanley Williams, al mando de 30 hombres, a eso de las siete de la noche toman por asalto la sección aduanal de Los Algodones, y se topan con Cecilio Garza, comandante de resguardo fiscal, de setenta años, que al oponer resistencia armada fue ultimado a balazos, los otros 5 celadores restante que le acompañaban se rindieron de inmediato para luego ser desarmados. Tomás Beléndez —jefe de esa sección— y sus 3 empleados de oficina, se encontraban adentro cenando. Más tarde fueron liberados y la oficina aduanal sería quemada. Beléndez, herido, y sus empleados emprendieron las de Villadiego hacia el otro lado, asilándose en Yuma, Arizona. Olalla, el riquillo del pueblo, ni sus luces. Beléndez llegaría a ser uno de los hombres de mayor confianza de Esteban Cantú.
           
El 8 de marzo de 1911, el coronel Miguel Mayol desembarca en Ensenada viniendo a cargo del 8/º batallón, con la orden irrevocable de impedir un ataque de los rebeldes a las obras de canalización del Río Colorado hechas por los gringos y así evitar una posible intervención de los estadounidenses, dejando al garete a Ensenada y al jefe político convaleciente en espera de un ataque inminente.
           
Una semana después de haber partido el coronel Miguel Mayol con su 8/º batallón, estos eran los hombres que esperaban hacer frente en Ensenada a  Simón Berthold y su contingente militar. La actuación del "Cachora" fue providencial para que esa vez Celso Vega salvara el pellejo postrado en casa.
El día 21 de marzo, el “Cachora” avista a Berthold y su gente, luego dispara y le planta un balazo dejándole en graves condiciones. Con un Berthold malherido, los magonistas llegan al poblado minero de El Álamo, en el Valle de Santa Clara, poniéndose a   unos 64 kilómetros de Ensenada y de Celso Vega. Finalmente Berthold moriría en ese pueblo a consecuencias de aquella celada orquestada por el jefe político. Muerto el líder del grupo, los magonistas desisten tomar por asalto a un pueblo de Ensenada desguarnecido, dando marcha atrás hacia Mexicali. Al poco, el “Cachora” fue aprehendido y fusilado en Tijuana por los rebeldes. 


           
La leyenda transcrita sobre la propia foto del que están fusilando, reza: La ejecución en Tijuana del "Cachora" de El Álamo por los insurrectos (1911).
Sobre la existencia del "Cachora" existen dos referentes fotográficos conocidos, la de su fusilamiento, en 1911, de manos de los insurrectos anarco-magonistas, y otra presuntamente de 1919, en la que Cantú se hace retratar con un gigantón de rostro impávido y mirada inexpugnable, con aspecto de recién salido de ultratumba. En esta foto aparece un señor no tan alto con sobrero de cuatro pozos frente al paredón de fusilamiento.




Esteban Cantú Jiménez y Alberto Rodríguez, "El Cachora", circa 1919. En esta otra gráfica, se ve un gigantón con sombrero de dos pozos y ala corta, tomando la mano de Esteban Cantú. Esta foto, entre los investigadores, ha dado pábulo a múltiples especulaciones sobre el tema en cuestión.


A pesar de que el coronel Mayol fue pieza clave para la restauración del orden dentro del Distrito Norte, entre sus hazañas no se contaría el haber podido arrebatar a los magonistas la plaza de Mexicali. Un mes después de su llegada a Ensenada, el 8 de abril de 1911, en las inmediaciones del Rancho de Leroy Little, en Mexicali, Miguel Mayol, al mando de su tropa, lucha contra las fuerzas comandadas por Stanley Williams; batalla de la que el nativo canadiense saldría muy mal parado, muriendo media hora después en el poblado de Calexico. Aun así, Mayol no pudo recuperar la plaza, retirándose de la zona.

La Quema de Tijuana

Eran las 11 de la mañana del 8 de mayo de 1911, yendo a caballo, de dos en dos, en fila india, por el rumbo del “Rancho Agua Caliente”, como a 5 kilómetros de Tijuana, cuando los tijuanenses divisaron al galés Caryl Ap Rhys Pryce y sus hombres que se dirigían hacia el pueblo donde las autoridades y los pobladores estaban perfectamente prevenidos de una presunta invasión de filibusteros, oponiendo los tijuanenses una firme resistencia a sus atacantes. Caso contrario había sido el de los pobladores de Mexicali y Los Algodones, agarrados por sorpresa.



El hecho de que Tijuana, un poblado de 733 habitantes, no haya sido tomado desprevenido, permitió que los jefes de instituciones como la subprefectura, la aduana, las administraciones de Correos y la del Timbre Fiscal de Tijuana, haciendo acopio de valores monetarios, procedieran a resguardarlos en Estados Unidos. Se tiene constancia irrefutable que José María Larroque, subprefecto; Francisco A. Cuevas, administrador de Correos; y de que Pastor Ramos, administrador del Timbre Fiscal después de haber ido a depositar los bienes de las dependencias a bancos norteamericanos, regresaron a Tijuana a enfrentar el problema con funestas consecuencias para Larroque y Ramos; el administrador de la aduana se presume que ya no regresó permaneciendo en el condado de San Diego. Algo similar habían hecho la mayor parte de mujeres y niños, llevando de pegotes a Juan Iriarte —comandante de la gendarmería— y a buena parte de los comerciantes.  
           
 Subprefecto José María Larroque (1911)
En espera del acecho de Caryl Ap Rhys Pryce y Sam Wood, con más de doscientos soldados de fortuna (veteranos de las guerras española-norteamericana y de la de los boers sudafricanos), estaban en Tijuana 53 hombres, según la indagación histórica de R. Velasco Ceballos, y entre 100 a 110, conforme la percepción del historiador Blaisdell, y estos eran el subprefecto Larroque un civil formado en Hacienda, el subteniente Miguel Guerrero, con 25 soldados de la compañía fija, Miguel Mendoza, subcomandante de la gendarmería, que estando en San Diego, en calidad de suspendido por la corporación policíaca, había regresado a Tijuana pidiendo permiso a Larroque para hacerse cargo del destacamento de rurales abandonados por el jefe Iriarte; también se encontraban ahí los celadores Estudillo, Enrique Gessenius y Lerdo González, quien hacía solo tres meses, en Mexicali, había dado a los magonistas la nada despreciable suma de 385 dólares por su liberación, sacándose la espina participando en las recientes refriegas de Tecate —su tierra natal— y El Carrizo contra los magonistas, lo que le había hecho recuperar el honor y hasta ganar fama de bravo entre tecatenses y tijuanenses.

Los demás, al igual que Larroque, eran civiles sin preparación en el uso de las armas: estaban Pastor Ramos, de la Administración del Timbre y, además, uno de los primeros agentes aduanales de Tijuana; Francisco A. Cuevas, Alfonso Padilla, Gustavo Gómez Montaño (secretario de la subprefectura), Jesús González, Luis Álvarez Gayou, Juan N. Chávez, el “Chapo” Márquez y otros tijuanenses, como los Preciado, que prefirieron quedarse ahí en su rancho de Cerro Colorado, argumentando que al cabo ellos no tenían nada que perder. Tras la solicitud de auxilio lanzado en Los Ángeles por el cónsul Elías para venir a defender a México de los presuntos filibusteros, los enlistados en California fueron Andrés Burrola y un señor apodado “El Torero”, Andrés Navarro, José Cerda, los hermanos Carrillo (Guadalupe y Santos) así como el “Güero” Talamantes.

Subteniente Miguel Guerrero
Durante las primeras escaramuzas en la tarde de ese 8 de mayo, entre los tijuanenses se dio la primera baja, perdiendo la vida el gendarme Juan Osuna, que formaba parte del puesto defensivo instalado en la plaza de toros. En la noche, el subteniente Guerrero, al mando de un puñado de soldados, contraatacó, asestando un durísimo golpe al campamento multirracial ubicado a las afueras de Tijuana, donde perdieron la vida Sam Wood y su lugarteniente Roberts.
           
El 9 de mayo la lucha empezó desde el alba. A eso de las 10 de la mañana, tras haber estado los tijuanenses luchando a hombro partido durante cuatro horas, Rhys Pryce tomó Tijuana, incendiando la plaza de toros, la iglesia, la casa del celador Estudillo, la de Victoriano González, la de la señora Acevedo y la de don Avelino Salazar.
           
Aduana Principal de Tijuana, mandada a construir por Villagrana
La aduana que un día fundase Villagrana, conocida con el mote de la aduana vieja, habiendo servido de fortificación durante aquella cruenta refriega, fue parcialmente incendiada; por lo demás, en ese sitio murieron, luchando, José María Larroque, Pastor Ramos y Clemente Angulo, en realidad tres civiles de edad avanzada para andar en esos trotes: sesenta y tantos años los dos primeros y más de setenta el último. El subteniente Miguel Guerrero, estando malherido en el puesto de la Aduana nueva, por su coraje y nobleza durante aquellas horas aciagas, había demostrado en cada una de sus acciones ser un hombre de dotes extraordinarios: un héroe.
           
Instalaciones de la llamada Aduana nueva
Tres meses atrás, iniciado febrero de 1911, Madero, procedente de Texas, había ingresado a suelo mexicano con 130 hombres armados. A inicios de mayo aquella gesta revolucionaria habíase esparcido como pólvora, abarcando 18 entidades. Para el 25 de ese mes, Porfirio Díaz renunciaba a la Presidencia de México, siendo sustituido de manera interina por Francisco León de la Barra, ex embajador de México en Washington y en ese momento Secretario de Relaciones. El 7 de junio del año en curso, Madero entraba a la Ciudad de México, avasallado por los vítores de la multitud.

La diferencia entre el triunfo de la revolución maderista y el fracaso de la organizada por los Flores Magón, fue que Francisco Ignacio Madero, al contrario de Ricardo Flores Magón, acaudilló la revuelta desde principio. Ricardo Flores Magón, no. Parapetado en su calidad de teórico revolucionario, trató de dirigir su rebelión a distancia, desde Los Ángeles. Otro factor que influyó en la derrota, aparente, del movimiento liberal en el Distrito Norte sin duda fue la propaganda que los tachaba de filibusteros y con más razón viniendo adheridos al movimiento un enjambre multirracial de personas de diversos credos políticos no identificados propiamente con las causas del movimiento liberal. Pero, además, el magonismo representaba una posición muy radical de cara a los intereses político y económicos norteamericanos en México. Ese no era el caso del maderismo.

A los mexicanos que comandaron la toma y el control de la plaza de Mexicali, el ejército porfirista no pudo derrotarlos y menos expulsarlos, a los soldados extranjeros que se apoderaron de Tijuana, sí, porque ni chanza tuvieron de defenderse de la embestida militar, comandada por el coronel Celso Vega, seguido del teniente coronel Juan N. Vázquez, del subteniente Alfonso Velasco, de los capitanes primeros Justino Mendieta del 8/º batallón, y Juan Lojero originalmente de la compañía fija.

Negociaciones maderistas en Mexicali y Tijuana

Cónsul Enrique de la Sierra
Por esas mismas fechas en que Madero llegaba, victorioso, a la capital del país, en Mexicali, una comisión maderista integrada por Enrique de la Sierra y Antonio Lozano –cónsules de Calexico y Los Ángeles–, por el capitán Carlos E. Beristáin y Alberto V. Aldrete —representando los intereses de la Southern Pacific Railroad en la zona— y por los ex magonistas José María Leyva, Jesús González Monroy y Rodolfo L. Gallego —ahora con la casaca maderista—, empezaron a negociar con los liberales Francisco R. Quijaza y sus 60 hombres armados con objeto de que se rindieran y se retiraran del lugar. Tanto de una parte como de la otra, todos eran mexicanos.
           
A once días de que Madero había ingresado triunfal a la Ciudad de México, el 16 de junio de 1911, Ricardo Flores Magón y los miembros de la Junta Liberal eran aprehendidos en Los Ángeles por el gobierno norteamericano, al momento en que Caryl Ap Rhys Pryce y Antonio de Pío Araujo —agente de la Junta— se esfumaban de Tijuana, casi seguidos del comediante Dick Ferris, cuya labor de zapa consistió en terminar de pervertir el movimiento magonista en el Distrito Norte, haciendo aparecer aquellos cruentos acontecimientos como obra de una parodia hollywoodense de muy mal gusto. Sobre Ferris, ha pesado la sospecha de que en realidad era un agente de Chandler y de Gray Otis, dueños de los terrenos del Valle Imperial Mexicano.

Francisco R. Quijaza, a caballo
Al día siguiente, en Mexicali, la comisión maderista pactó la retirada de Francisco R. Quijaza y su gente, logrando la rendición y partida de los rebeldes no sin antes recibir la consabida compensación monetaria. El próximo paso era negociar la salida de los rebeldes en Tijuana.
           
Iniciadas las negociaciones en Tijuana para la capitulación de los 200 y pico de rebeldes al mando de John R. Mosby; el 22 de junio, el coronel Celso Vega, con 577 hombres armados sorpresivamente ataca la plaza con la intención de reventar una salida negociada al conflicto. Incluso, luego de resultar vencedor se da el lujo de no permitir el ingreso de la Cruz Roja norteamericana para socorrer a los múltiples heridos. Al día siguiente, Celso Vega recibe un telegrama urgente de los altos mandos en México, y en vez de recibir felicitaciones le anuncian la llegada de su futuro sucesor: el general Manuel Gordillo Escudero.
           
El coronel Vega realizó su gracia al mes de que su principal protector, Luis Emeterio Torres, había abandonado Sonora, y de que Porfirio Díaz había hecho lo propio, satisfaciendo su deseo de venganza contra el magonismo y el maderismo, al boicotear los acuerdos de pacificación con un asalto armado muy cruento. De ahí que el maderismo y la prensa mexicana no hayan dudado un segundo de culpar a Celso Vega de traición a la Patria. Ante ese hecho, el periódico “La Gaceta”, de Guadalajara, publicaba en su encabezado principal: “La Traición de un Coronel”. Los titulares de los diarios de México, exhibiendo su ignorancia en cuanto a la categoría política de aquel remoto distrito territorial, por esas fechas afirmaban: “El Gobernador Vega: Acusado de Traición”.

Influencia del magonismo en el Distrito Norte

El influjo pelemecista sobre Baja California, empezó a surtir efecto una década después del fracaso de la asonada magonista, con el surgimiento de partidos rojos en la región defendiendo posturas radicales vinculadas fuertemente al problema agrario. Al contrario del resto del país, donde las luchas agrarias empezaron después de la Independencia con el acrecentamiento del latifundismo criollo que permanecería intacto desde la Colonia; en el  Distrito Norte, segregada su población por la geografía y la lejanía del centro de decisiones, el problema agrario empezó a tomar cuerpo a partir del 15 diciembre  de 1883, en que el presidente Manuel González, promulgara la Ley  sobre Deslinde de Terrenos  y Colonización  de  la  Baja California; situación que se agravaría aún más, en 1902, con la compra de las tierras que conformaban el Valle Imperial Mexicano, por parte del grupo financiero norteamericano Chandler-Gray Otis, cuyo emporio ganadero y agrícola formado al cabo de corto tiempo, estimularía la migración de mano obra y capital de origen extranjero, pasando a ser los residentes bajacalifornianos una minoría discriminada en su propia Nación, sin un pedazo de tierra donde sembrar.
           
Iniciada la década de los veinte, esta situación empezó hacer abierta crisis dentro del Distrito Norte durante el gobierno de Inocente Lugo, con la migración masiva de jornaleros mexicanos y por la presencia  de villistas refugiados en el distrito tras la derrota infringida por Obregón en 1915, en conexión con Antonio I. Villarreal y la organización anarco-sindicalista C.G.T (Confederación General de Trabajadores). En esa época, Villarreal era secretario de Agricultura y Fomento del gobierno del presidente Álvaro Obregón.
           
Respecto al filibusterismo, el magonismo no tenía en el Distrito Norte absolutamente nada que anexionar ni enajenar en materia territorial, por la sencilla razón de que todos los bienes territoriales ya habían sido pirateados desde hacía buen tiempo. El porfiriato, so pretexto de defender la soberanía nacional de un ataque filibustero, lo que en realidad estaba defendiendo eran los intereses extranjeros apoderados del 90% del territorio de Baja California. Para el magonismo, lo que había que hacer en México era una revolución, y desde el Distrito Norte no dudaron en intentarlo aunque de manera fallida.
           
Por lo demás, en 1911, los agricultores de Imperial conformaron su Distrito de Irrigación, instalándose en la antigua oficina de la California Development Co., levantada en 1901. Con Cantú como jefe de gobierno en 1915, compraron los derechos de la infraestructura de irrigación edificada en el Valle mexicalense.

La administración Gordillo

A eso de las siete de la mañana del lunes 26 de junio de 1911,  a cuatro días de la sarracina perpetrada en Tijuana por Celso Vega y acompañantes, llegó a Mexicali procedente de Ciudad Juárez, el general brigadier Manuel Gordillo Escudero, al mando de la llamada “Columna de Operaciones de la Baja California”. Arribó por tren no a Los Algodones como estaba anunciado, sino a Calexico para luego dirigirse a Mexicali. Bajo el manto protector del presidente interino de México, Francisco León de la Barra, Gordillo había sido enviado al Distrito Norte por el general Lauro Villar, comandante de la 2ª. Zona Militar de Chihuahua, para reforzar las actividades de saneamiento político-militar en contra de un magonismo ya inexistente.

La Columna de Operaciones estaba compuesta de los batallones de infantería 6/º, 12/º,  17/º y el 2/º regimiento de caballería, más 1 escuadrón del 3/º regimiento. Había también 2 secciones de ametralladoras y 1 de montaña. A la llegada de Gordillo Escudero, el Distrito Norte contaba con el 8/º y 25/º batallones de infantería  y con 1 compañía (batería) fija de artilleros, distribuidos en las guarniciones del distrito territorial.

Cantú y sus hombres instalados en la Plaza de Toros de Mexicali
El ingreso de Gordillo Escudero a Mexicali, fue tranquilo, sin tener que disparar un solo tiro. Al llegar, encontró al poblado bajo la vigilancia de Rodolfo L. Gallego y su gente, de inmediato lo relevó del mando policial y nombró al preboste mayor Esteban Cantú, como máxima autoridad policíaca dentro de aquella comunidad. El jefe policiaco-militar Cantú con 100 hombres se instaló en la plaza de toros, situada en contra esquina de donde años después construirían el “Cuartel Ignacio Zaragoza”, en Lerdo y Altamirano. Dicha estructura era propiedad del español Antonio Rubio. El coronel Fidencio González, jefe del estado mayor, partió hacia la plaza de Tijuana con la tarea de resguardar la zona; el general Gordillo, por su parte, con el resto del contingente marchó hacia Ensenada al encuentro del coronel Celso Vega. En tanto Rodolfo L. Gallego,  para el 8 de julio se convertía en jefe político de la localidad, es decir en subprefecto de Mexicali.
           
Ingreso del general  Manuel Gordillo Escudero a la desguarnecida Ensenada
Por presiones de Madero a León de la Barra, presidente interino, Celso Vega fue obligado a renunciar el 22 de agosto como Jefe Político y de las Armas del Distrito Norte de la Baja California para entregarle el poder al coronel Miguel Mayol, quien por dos días fue jefe interino de gobierno en lo que el general Manuel Gordillo Escobedo retornaba de Tijuana a Ensenada a tomar el mando del distrito peninsular (agosto 24, 1911-Oct 8, 1912).

Lo primero que hizo Manuel Gordillo al llegar a la jefatura político y militar fue promover ante Hacienda el despido de Cosme A. Muñoz, como administrador de la Aduana Fronteriza de Mexicali, acusándole de sobornar a los magonistas para conseguir su liberación, siendo nombrado el subcolector Páez como eventual encargado de la misma. Gordillo, sin éxito trataría de diezmar el poder adquirido por la burguesía porfirista que abiertamente había apoyado a Celso Vega en la masacre de junio efectuada en Tijuana.
           

Para las elecciones municipales de Ensenada, a finales de ese año de 1911, el grupo encabezado por David Zárate  y Eulogio Romero, que no veían la suya desde 1907 en cuanto al control de la alcaldía ensenadense, retomaron el poder en el ayuntamiento al ganar Zárate las elecciones a Manuel Labastida.
           
A principios de 1912, Manuel Gordillo consiguió del gobierno maderista que Aduanas volviera a encargarse del pago de empleados del gobierno distrital así como de la nómina del Ejército.  En mayo de ese año, destituyó a Rodolfo L. Gallego y en su lugar nombró a Julio Ramírez, como subprefecto político de Mexicali; éste, rápido sería cesado por abuso de funciones y malversación de fondos. A guisa de encargado, esa vacante la ocuparía unos meses Ernesto Ferrer, secretario de la subprefectura, para dar paso luego a Luis Álvarez Gayou, quien fue subprefecto de enero a marzo de 1913. Álvarez Gayou, se contaba entre los sobrevivientes del combate en defensa de Tijuana durante la ocupación multirracial.
           
Por esas fechas, Carlos Robles Linares, regiomontano, que venía fungiendo como jefe del Ministerio Público del Distrito Norte desde 1903, partió de Ensenada hacia México para ocupar dentro del gobierno maderista el puesto de juez correccional de la Penitenciaria de la capital de la República. Teóricamente, esto le habría hecho testimoniar en Ciudad de México el asesinato de Francisco I. Madero, cuando fue llevado con engaños de la Intendencia de Palacio Nacional a la Penitenciaría, y asesinado en la noche del 22 de febrero de 1913 afuera de esta prisión. Robles Linares trepó al aparato gubernamental de Huerta, y ese mismo año era nombrado Juez de Distrito en Guaymas, Sonora. 
           
También ese año de 1912, el general Manuel Gordillo Escudero asumió una de las decisiones políticas más acertadas y trascendentales de las que hubo tomado en vida, como fue proponer al cabildo ensenadense el cambio de nombre del Valle Imperial Mexicano por el de VALLE DE MEXICALI. Su propuesta, fue aprobada de inmediato. Al paralelo, ese año se introdujo el cultivo del algodón en el Valle mexicalense. Ocho años después, los chinos acaparaban en un 80% la producción regional de esta planta.

Carlos R. Ptanick Terrazas
Aunque no nativo del distrito, el 8 de octubre de 1912, Francisco I. Madero, cumplió el viejo sueño de los ensenadenses de tener un gobernante civil, nombrando al porfirista Carlos R. Ptanick Terrazas, como jefe político (oct 8, 1912-febrero 7, 1913), al relevar de ese cargo al general Manuel Gordillo Escudero por los conflictos generados con el alcalde David Zárate a raíz de la intromisión del jefe político en los asuntos relativos a los dineros del erario municipal. La Columna de Operaciones sale del Distrito Norte con el coronel Fidencio González a la cabeza, porque Gordillo Escudero huye hacia los Estados Unidos.

Con esta decisión, Francisco I. Madero dejaba colgados de la brocha, gobernando la municipalidad de Ensenada, al grupo político de David Zárate y Eulogio Romero que habían sido en realidad los verdaderos propulsores de la idea de que el Distrito Norte fuese gobernado por civiles, originarios del terruño, y no por gobernantes militares venidos de fuera. Se trataba de los líderes del club Democrático Ensenadense, que sin ser propiamente maderistas ni democráticos estaban más apegados a los planteamientos civilistas de Madero, proclamando por un gobierno no militarista para el país y por la autonomía política del municipio (el municipio libre) ante las decisiones de un gobierno centralista y dictatorial. No obstante, tanto David Zárate como Eulogio Romero eran unos reeleccionistas apegados a la Constitución vigente, la de 1857. De ahí que no podían ser maderistas.
           


roberelenes@gmail.com

SEP—INDAUTOR
Título original:
Aduanas bajacalifornianas
Registro público:
03-2003-110615022600

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